Centrarse en lo Bueno y Practicar lo Aprendido
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.
(Filipenses 4:8-9, RVR 1960)
¿Quién fue uno de tus mejores líderes de estudios bíblicos? ¿Qué lo hizo tan significativo? Cuando me hago esas mismas preguntas, es interesante quién me viene a la mente. Una de esas personas es un profesor de matemáticas de mi universidad que organizaba un grupo de estudio bíblico en su casa los domingos por la noche. Era tartamudo (excepto cuando rezaba o cantaba) y no era un erudito de la Biblia, pero nos llevaba, con su ejemplo, a tomarnos en serio los pasajes de las Escrituras que estudiábamos, a comprometernos a vivirlos y a abordar con honestidad nuestros retos, fracasos y éxitos. No nos apresurábamos al leer el texto, sino que examinábamos con detenimiento las partes en las que Dios deseaba una respuesta fiel de nuestra parte. Todas estas cosas tuvieron un impacto, pero cuando pienso con más atención en estas experiencias, también recuerdo su franqueza acerca de su propio camino con Dios, y la forma en que modeló su compromiso de cambiar y de seguir a Dios de cerca. Ese profesor de matemáticas me dio un ejemplo a seguir y una esperanza real de que Dios podría hacer la misma obra en mí.
Otra persona que me viene a la mente es un profesor de Nuevo Testamento que tuve en la universidad. Era un buen biblista y conocía muy bien la materia que estudiábamos. En algunos casos, aprender de un erudito de su calibre podría ser intimidante, pero ese no fue el caso con él. Era un modelo de gran amor a Dios, de dependencia de Dios y de deseo de seguirle de cerca en su propio camino. Comenzaba cada clase con una oración, y yo encontraba estas oraciones profundamente conmovedoras, un modelo para mi propia vida de oración, y un estímulo para mi corazón para amar y seguir a Dios en toda mi vida. Siempre esperaba con impaciencia las clases para oírle orar. Era un profesor excelente, y demostraba ese mismo espíritu de amor y dependencia de Dios mientras estudiábamos para comprender el texto y aprender de Dios.
En la última parte de su carta la iglesia de Filipos, Pablo aborda una serie de problemas de la iglesia. Al concluir, les anima a centrar sus pensamientos en cosas buenas, cosas dignas de alabanza, sabiendo que la gente a menudo se desanima al centrarse en sus retos y en las duras cosas que suceden a su alrededor. Pablo no les animó con un simple «pensad en cosas buenas». También les instó a recordar lo que habían aprendido de él, y que el aprendizaje no era sólo una cuestión de conocimientos, sino también de ejemplo, como en el caso de las dos personas que he descrito antes. Pablo les pedía que recordaran lo que habían aprendido de él, lo que habían visto en él, y que lo pusieran en práctica. Pablo sabía que el poder de un maestro no viene sólo de sus palabras, sino también de cómo vive; que tanto las palabras de enseñanza como el ejemplo vivo son fuentes de aprendizaje y de cambios de comportamiento. Debemos recordar esto en nuestros propios esfuerzos de enseñanza. Tanto lo que decimos como lo que hacemos repercute en aquellos a quienes dirigimos y enseñamos, y nuestras acciones influyen y fomentan una mayor apertura para aprender de lo que enseñamos.
Cuando piensas en tu propio ministerio de enseñanza de la Biblia, ¿te sentirías confiado al animar a tus alumnos a aprender, tanto de lo que dices como de lo que ven en tu vida? Ninguno de nosotros somos ejemplos perfectos de lo que enseñamos, pero ¿puedes animarles a esforzarse por las cosas que tú te esfuerzas? ¿Compartes con ellos las áreas en las que Dios te está ayudando a crecer? Pablo comprendió que la forma en que vivía era parte de su «programa» de enseñanza, además del contenido que enseñaba. Nosotros también debemos ser humildes y debemos orar pidiendo la ayuda de Dios para ser un ejemplo vivo de lo que enseñamos. Por eso es tan importante nuestra propia transformación por obra del Espíritu Santo, y por eso necesitamos aprender y poner en práctica lo que leemos en las Escrituras como fundamento de nuestro ministerio de enseñanza.
Toma un momento para recordar a aquellos maestros y líderes de estudios bíblicos que Dios usó para cambiar tu vida. Ora para que Dios te ayude a crecer para que tengas algunas de esas mismas cualidades mientras enseñas y guías a otros, y «el Dios de paz estará contigo». ¡Vaya promesa tan maravillosa!
Padre, te doy gracias por aquellos que me enseñaron Tu Palabra y me dieron ejemplo de una vida comprometida con la práctica de lo que aprendieron y enseñaron. Ayúdame a enseñar correctamente y, lo que es aún más importante, ayúdame a ser un ejemplo de alguien que aprende de Ti. Una persona comprometida a practicar lo que me enseñas para que otros puedan aprender, tanto de lo que oyen de mí como de lo que ven en mí. Gracias por Tu gracia poderosa que obra en mí para transformarme, paso a paso. Perdóname por las veces en que no te sigo como debería. Alabado seas por cualquier progreso en mi vida, Señor. Amén.