Crecer a Través de la Imitación

Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. (Efesios 5:1-2, RVR 1960)
Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. (1 Corintios 11:1, RVR 1960)
No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias. (1 Corintios 4:14-17, RVR 1960)
Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. (Filipenses 3:17, RVR 1960)
Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. 
(Hebreos 13:7, RVR 1960)

En inglés, hay un viejo adagio sobre el aprendizaje que dice: «More is caught than taught»; un adagio equivalente en español podría ser: «Una acción vale más que mil palabras». Si hablamos de cómo dirigir estudios bíblicos, estos adagios nos recuerdan que aquellos a quienes enseñamos aprenden no sólo de lo que decimos, sino que también observan y aprenden de nuestro comportamiento. A este fenómeno se le llama «aprendizaje social». El aprendizaje social es tan poderoso, que cuando lo que decimos difiere de lo que hacemos, aquellos a quienes enseñamos tienden a seguir lo que hacemos más que lo que decimos. Por ejemplo, si digo a los demás que deben ser pacientes unos con otros, pero me ven mostrarme impaciente con alguien, tenderán a sentirse más en libertad para ser impacientes a su vez con los demás. Por otra parte, si soy coherente en lo que digo y en lo que los miembros de mi grupo me ven hacer, esto tiende a reforzar su aprendizaje y a moldear su comportamiento de forma positiva. Pueden ver lo que estoy enseñando aplicado y en acción, lo que les ayuda a tener un buen modelo que imitar.

Tengo la suerte de haber tenido muchos profesores a lo largo de los años que fueron excelentes ejemplos de lo que me enseñaban, y sé que su ejemplo vivo fue decisivo para ayudarme a empezar a aplicar lo que estaba aprendiendo a mi propia vida. Fueron modelos positivos y me dieron la esperanza de que las cosas que me parecían desafíos eran realmente posibles de realizar. Nuestro crecimiento en la fe no es sólo una cuestión de lo que sabemos y creemos, sino también de cómo vivimos en acuerdo con esas verdades. No sólo necesitamos amonestaciones para ser fieles a Dios, sino también buenos modelos.

Pablo reconoció el poder de la imitación como medio de aprendizaje y crecimiento. Abordó esta verdad de muchas maneras diferentes, destacando cada vez la importancia de una respuesta fiel a lo que estaban aprendiendo.

Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. (Ef 5,1). Somos hijos de Dios, y hemos de crecer para parecernos a Él, como los hijos imitan a sus padres. Dios es nuestro máximo ejemplo. Como dijo Oscar Wilde: «La imitación es la forma más sincera de adulación que la mediocridad puede pagar a la grandeza». Nadie es más grande que Dios, y estamos llamados a imitarle, a parecernos más a Él, no sólo a aprender sobre Él. Él es nuestro modelo definitivo para una vida fiel.

Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. (1 Corintios 11:1). Jesucristo es el principal ejemplo de cómo es Dios. En Cristo llegamos a conocer el carácter de Dios y por eso Pablo anima a los demás a imitarle así como él trata de imitar a Cristo en su propia vida. Esto no es arrogancia, sino humildad, designando por encima de él a aquel a quien trata de imitar.

[…] Pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis (1 Corintios 4:15-16). Pablo reconoce que tiene una relación especial con la iglesia de Corinto y que ellos acuden a él en busca de orientación sobre cómo vivir su fe. Les recuerda esta relación y les anima a seguir su ejemplo. Envía a Timoteo para que les recuerde su proceder en Cristo, no sólo sus palabras.

Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. (Filipenses 3:17). Pablo reconocía que él no era el único ejemplo a seguir, sino que dentro de la iglesia había otros que vivían fielmente, y los miembros de la iglesia debían aprender de aquellos cuyas vidas eran ejemplo vivo de la enseñanza que habían recibido.

Acordaos de vuestros pastores, […] e imitad su fe (Hebreos 13:7). El escritor de Hebreos también reconoció el poder del ejemplo, y animó a la iglesia a fijarse en la vida de sus líderes e imitar la fe que vivían.

¿Como líder de un estudio bíblico, el conocimiento de estas verdades te produce ansiedad o nerviosismo? ¡Debería! Ninguno de nosotros somos ejemplos perfectos de lo que enseñamos a partir de las Escrituras. Yo mismo, con frecuencia me doy cuenta de mi propia necesidad de crecimiento y de mayor fidelidad cuando enseño a otros. Creo que Dios puede usar este reconocimiento de insuficiencia de dos maneras importantes. Por un lado, sabiendo que el ejemplo de mi propia vida tiene algún impacto en aquellos a quienes enseño, puedo dirigirme a Dios pidiéndole que trabaje en mi propia vida para que yo pueda ser un mejor ejemplo para alguien a quien Él está transformando, incluso cuando todavía quede un largo camino por recorrer. Asimismo, puedo compartir con mi grupo cómo Dios actúa en mí, y designar a Dios como aquel a quien hay que imitar. Como Pablo, puedo decir: «Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo», y puedo señalar la gracia de Dios que actúa en mí, incluso cuando estoy luchando por vivir coherentemente lo que Él me está enseñando. Yo soy también un aprendiz, y Dios es nuestro maestro. Él es nuestro Padre, y nosotros aprendemos a imitarle como hijos suyos. A medida que tratamos de imitarlo, Él obrará a través de Su Espíritu para transformarnos. Esta verdad me da una gran esperanza en mi enseñanza.

Padre, gracias por aquellos que me han enseñado no sólo con sus palabras fieles, sino con sus vidas fieles. Por favor, continúa Tu obra transformadora en mí para que pueda encarnar mejor lo que me llamas a enseñar de Tu Palabra. Gracias por Tu gracia, paciencia y persistencia para ayudarme a vivir más fielmente lo que aprendo de las Escrituras. Ayúdame a seguir señalándote como nuestro modelo y a animar a los demás a que se unan a mí para imitarte, no sólo para aprender de ti. Amén.

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