El Ministerio del Espíritu Santo en Nuestra Enseñanza
«Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.» (Juan 14:15-17, RVR 1960)
«Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.» (Juan 14:25-26, RVR 1960)
«Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.» (Juan 16:7-8, RVR 1960)
«Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.»
(Juan 16:12-15, RVR 1960)
¿Alguna vez, mientras te preparabas para dirigir un estudio bíblico, has tenido dificultades para encontrar la manera de guiar a tu grupo en la aplicación del mensaje de las Escrituras a sus vidas? Efectivamente, una cosa es saber lo que dice y significa un pasaje de las Escrituras y otra muy distinta discernir cómo vivir según lo que este enseña. Este es un elemento fundamental en el estudio y la enseñanza de la Biblia, ya que nuestro objetivo no es sólo un mayor conocimiento, sino una mayor fidelidad entre lo que vivimos y lo que aprendemos. La buena noticia es que Dios nos ha dado una formidable ayuda en esta área.
Primero, en Juan 16:12, se relata que Jesús sabía que se acercaba el momento de su muerte, pero todavía había muchas cosas que sus discípulos no sabían o simplemente no entendían. En pasajes anteriores, Jesús ya los había tranquilizado y asegurado que no los dejaría solos, y que su aprendizaje y crecimiento continuarían después de su partida. Igualmente, en la víspera de su partida, Jesús les anuncia que el Padre les enviará ayuda: el Espíritu Santo (también llamado muy apropiadamente «Espíritu de verdad») que morará en ellos para siempre. Su función será enseñarles todo lo que Jesús quería que superan, pero que no estaban preparados para escuchar y entender durante el ministerio terrenal de Jesús y también ayudarles a recordar lo que Jesús les enseñó. El Espíritu Santo les guiaría a esas verdades importantes y al mismo tiempo glorificarían a Jesus. Finalmente, en 2 Corintios 3:18, aprendemos que es el Espíritu Santo quien también obra para transformarnos a nosotros a la imagen de Cristo. ¡Qué don tan maravilloso!
Así, es el mismo Espíritu Santo el que mora en los creyentes de hoy y este don puede influenciar profundamente la manera en que abordamos la dirección de grupos de estudio bíblico. El Espíritu Santo trabajó activamente guiando a los autores de las Escrituras para que pudiéramos tener el mensaje de Dios hoy. El mismo Espíritu mora en nosotros para ayudarnos a comprender mejor cómo se aplica la Palabra de Dios en nuestras vidas, cuestionando nuestro pensamiento, advirtiéndonos del pecado y ayudándonos a discernir dónde y cómo necesitamos vivir lo que hemos aprendido. Yo, como maestro, puedo buscar la ayuda de Dios para aplicar las Escrituras en mi propia vida, también puedo orar para que Él actúe en los corazones de aquellos a quienes enseño y, finalmente, puedo preparar a mi grupo para que aprenda a estar atento a la obra de convencimiento de pecada del Espíritu Santo.
Teniendo esto en consideración, me doy cuenta de algunas cosas que necesito hacer cuando preparo mis lecciones y cuando enseño. En primer lugar, necesito dedicar un tiempo considerable a los pasajes que voy a enseñar para poder meditar en ellos, orar e invitar al Espíritu Santo a que me enseñe y me dé ideas sobre el efecto de los pasajes en mi vida y en las vidas de aquellos a quienes voy a enseñar. En segundo lugar, no puedo asumir que sé cómo aquellos a quienes enseño necesitan aplicar las verdades de las Escrituras, por lo que debo tomarme el tiempo para permitirles reflexionar y discutir esto en el grupo. Hermanos, oremos juntos para que el Espíritu Santo dé a nuestros alumnos una comprensión más clara de la importancia de los pasajes que estudiamos para sus vidas. Cuando un grupo de personas reflexionan y hablan, Dios utiliza ese momento para despertar sus corazones y ayudarles a ver cosas que quizá habían pasado por alto. Personalmente, muchas veces, he aprendido cosas importantes gracias a lo que ha dicho otra persona de mi grupo. Por último, debo seguir orando por aquellos a los que enseño, para que el Espíritu Santo les recuerde lo que han leído y oído, de modo que el Espíritu pueda seguir aportando convicción cuando sea necesario, ánimo y valor para poner en práctica lo que han aprendido. La enseñanza del Espíritu Santo continúa mucho después de que el grupo de estudio haya concluido, y podemos orar por su obra transformadora durante toda la semana.
Nosotros, los que dirigimos estudios bíblicos, nunca enseñamos solos. Dios está presente y obra a través del Espíritu para enseñar, convencer y transformar. Oremos para que aprendamos a contribuir de manera adecuada a esta obra, y porque no cesemos nunca de buscar la guía de Dios mientras preparamos y enseñamos nuestro ministerio de estudios bíblicos.
Padre, estoy muy agradecido porque nos has dado el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, para continuar la obra de enseñanza de Jesús en nosotros. Ayúdame a estar atento a Ti mientras estudio, para que me convenzas de pecado y me guíes en la aplicación adecuada de lo que aprendo en Tu Palabra. Ayúdame a recordar lo que he aprendido, para que con el tiempo puedas llevarlo aún más profundamente en mi corazón y transformarme más plenamente. Por último, ayúdame a prepararme y a enseñar de manera que pueda servirte para cumplir tus propósitos en nuestras vidas. Gracias por ser nuestro maestro. Amén.