El Objetivo de Nuestra Enseñanza
Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina, ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora. Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida, de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman. (1 Timoteo 1:3-7, RVR 1960)
¿A qué aspiras cuando diriges un grupo de estudio bíblico? ¿Qué te gustaría ver como resultado de tu enseñanza? ¿Cuáles resultados te harían celebrar y dar gracias a Dios? ¿Se trata de un mayor conocimiento de la Biblia por parte de tus alumnos o una mayor comprensión de la teología? ¿Una mayor obediencia a Dios? En mi caso, ha habido muchas ocasiones en las que mi principal objetivo ha sido simplemente ayudar a la gente a comprender mejor un pasaje de las Escrituras y ayudarles a empezar a ver algunas implicaciones en la forma en que viven sus vidas. No es un mal objetivo, y a veces, dados los antecedentes y las edades de aquellos a quienes enseñamos, la comprensión básica de las Escrituras es un primer paso importante y necesario. Pero si me detengo ahí, estoy perdiendo de vista el panorama más amplio y el objetivo mayor que Dios tiene para nosotros. Es un error fácil de cometer, y Pablo conoce bien esta situación.
Lo que me encanta de este pasaje es cómo Pablo se centra de forma muy clara y sencilla en tres objetivos para el ministerio de la enseñanza que insta a Timoteo a seguir. No sin antes advertir a Timoteo sobre la enseñanza que practican algunos que hablan acerca de doctrinas extrañas, mitos y genealogías, Pablo rechaza este tipo de enseñanza y la describe como el tipo de especulación que no es útil para los propósitos de Dios. También le advierte contra la discusión infructuosa de algunos que quieren ser vistos como respetados maestros de la Biblia, a pesar de que realmente no saben de lo que están hablando. Algunos aman el respeto de la comunidad que se adquiere al ser un maestro, y quieren aparentar ser inteligentes y saber mucho acerca de las cosas espirituales, pero el resultado final de su enseñanza es inútil en el mejor de los casos, y potencialmente peligroso para aquellos a quienes enseñan. Dios, ¡líbranos de ser así alguna vez!
A diferencia de ellos, para Pablo la enseñanza de la doctrina se centra en tres objetivos conectados entre ellos, y son tan relevantes para nosotros hoy en nuestros ministerios de enseñanza como lo fueron antes para Pablo y Timoteo. Estos tres objetivos buscan una transformación interior de la persona, a través de la cual Dios puede llevarlos a forjarse una visa más fiel a la fe:
Un amor nacido de un corazón limpio*.* Por muy beneficioso que pueda ser un conocimiento cada vez mayor de la Biblia, este no es el objetivo final. Es solo un medio hacia el objetivo mayor de la transformación del corazón, que lleva a vivir más plenamente el mandamiento mayor de amar a Dios con todo lo que tenemos y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:34-40). Pablo advierte en 1 Corintios 8:1 que el mero conocimiento “envanece”, pero el amor “edifica”. Pablo quiere que sus enseñanzas conduzcan a un conocimiento cada vez mayor de Dios que se traduzca en un mayor amor a Dios y a las personas que Dios trae a nuestras vidas. Si pasamos esto por alto, nos perdemos por completo del sentido de la enseñanza de la Palabra de Dios.
Una buena conciencia*.* Nuestra enseñanza de la Biblia pretende ayudarnos a desarrollar conciencias que estén en armonía con el carácter moral de Dios. Cuanto mejor comprendamos y aceptemos lo que Dios reconoce como moralmente correcto e incorrecto, lo que Dios ama y odia, lo que Dios desea para nosotros y para los que nos rodean, mejor podremos vivir como Dios quiere que vivamos como hijos suyos. Nuestras conciencias han sido formadas por nuestras experiencias familiares, la cultura que nos rodea y aquello por lo que hemos sido recompensados y castigados. Al estudiar juntos la Biblia, al acoger la instrucción de Dios, Dios puede transformar nuestras conciencias para que sean un mejor reflejo de su carácter.
Una fe no fingida*.* Dios desea hacer más profunda nuestra fe, confianza, seguridad y dependencia de Él, para que ello nos lleve a una mayor obediencia a Él. A medida que aprendemos más de la historia y las enseñanzas de la Biblia, esta progresiốn debe llevarnos a una mayor fe en Cristo, una fe que se vive de manera más natural en nuestra vida diaria a medida que damos nuevos pasos de obediencia en nuestras elecciones y acciones. Esta “fe no fingida” nos lleva a actuar con amor y compasión hacia los demás, buscando y ofreciendo el perdón cuando es necesario, buscando la justicia y la reconciliación en nuestras comunidades. Llegar a ser “ricos en buenas obras” (1 Timoteo 6:18) es el resultado de un corazón purificado y con una capacidad de amar a los demás engrandecida (pensemos en el Grinch de la popular historia de Navidad), una conciencia moldeada por Dios para reflejar mejor Su carácter, y una fe genuina que conduce a actos de amor, justicia y misericordia.
Puede que no veamos este tipo de transformación interior en ninguna sesión de estudio bíblico, pero son los objetivos que debemos perseguir, y celebramos las señales de pequeños progresos a lo largo del camino. ¿Cómo se comparan tus objetivos más comunes de enseñanza con estos tres objetivos que Pablo insta a Timoteo a perseguir? ¿Qué ajustes necesitas hacer en tu enseñanza para perseguir mejor estos objetivos? Sea lo que sea, ¡empieza a partir de tu próxima lección!
Padre, sé que deseas la transformación interior de nuestra propia naturaleza y carácter, no sólo un mayor conocimiento de la Biblia y actos de obediencia. Por medio de Tu Espíritu Santo y de Tu Palabra, por favor, obra en mí para que mi propio corazón se purifique, para que pueda amarte a Ti y a los demás más plenamente, para que mi conciencia sea más digna de confianza porque se ajusta mejor a Tu propio carácter, para que mi fe sea tan fuerte y real que me mueva a actuar como Tú lo harías en este mundo por el amor que estás haciendo crecer en mí. Entonces, que mi enseñanza refleje ese trabajo que has hecho en mi propio corazón y que sea utilizado por Tu Espíritu para lograr estos mismos objetivos en las vidas de aquellos a quienes me has dado para enseñar. Señor, te doy las gracias y te alabo. Amén.