El Principio de la Sabiduría
Oíd, hijos, la enseñanza de un padre,
Y estad atentos, para que conozcáis cordura.
Porque os doy buena enseñanza;
No desamparéis mi ley.
Porque yo también fui hijo de mi padre,
Delicado y único delante de mi madre.
Y él me enseñaba, y me decía:
Retenga tu corazón mis razones,
Guarda mis mandamientos, y vivirás.
Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia;
No te olvides ni te apartes de las razones de mi boca;
No la dejes, y ella te guardará;
Ámala, y te conservará.
Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría;
Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.
Engrandécela, y ella te engrandecerá;
Ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado.
Adorno de gracia dará a tu cabeza;
Corona de hermosura te entregará.
Oye, hijo mío, y recibe mis razones,
Y se te multiplicarán años de vida.
Por el camino de la sabiduría te he encaminado,
Y por veredas derechas te he hecho andar.
Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos,
Y si corrieres, no tropezarás.
Retén el consejo, no lo dejes;
Guárdalo, porque eso es tu vida.
(Proverbios 4:19-23, RVR 1960)
¿Cuál es el objetivo de tu enseñanza y tu aprendizaje? Muchos pasajes de la Escritura destacan diferentes tipos de resultados deseados, animándonos a reflexionar amplia y profundamente sobre ello. Para mí, por un lado, en pocas palabras, el objetivo de mi enseñanza es que mis alumnos aprendan, pero ¿qué deben aprender?, ¿es suficiente que aprendan la información que deseo que sepan?, ¿basta con que comprendan de qué manera pueden ser útiles esos conocimientos? Aunque ambos son pasos importantes en el camino, el verdadero objetivo al dirigir un grupo de estudio bíblico es algo mucho más importante y profundamente necesario: la sabiduría.
Las Escrituras subrayan repetidamente el valor y la búsqueda sincera de la sabiduría, en particular aquí, en el libro de los Proverbios. El principio de la sabiduría es éste: «Consigue sabiduría, y todo lo que consigas, consíguelo con perspicacia». Pero, ¿qué es la sabiduría y cómo se compara con el conocimiento? El conocimiento es información obtenida, pero en sí mismo no da ninguna orientación sobre cómo debe utilizarse esa información. No tiene ningún componente ético, ningún deber. Esto es muy diferente de la sabiduría. En esencia, la sabiduría es la capacidad de ejercer un juicio sensato, de discernir lo que es verdadero, correcto y bueno en una situación dada, y de actuar en consecuencia. Requiere la capacidad de evaluar la información, identificar lo que es bueno y determinar la mejor manera de conseguirlo.
En el ámbito de la educación se habla mucho de la importancia de que los alumnos desarrollen habilidades de pensamiento crítico. Estas habilidades son, en efecto, importantes para ayudar a las personas a evaluar lo que oyen y leen, a ponerlo a prueba para ver si lo que se les dice es cierto o no, si los argumentos son sólidos o engañosos, y si las conclusiones son válidas o falsas. En la era de las noticias falsas, hablamos de una habilidad fundamental. Pero, por muy importante que sea el desarrollo de las habilidades de pensamiento crítico, sigue estando por debajo de la comprensión bíblica de la sabiduría. La sabiduría se basa en el pensamiento crítico y añade el aspecto del juicio moral, tratando de ver el mundo desde la perspectiva de Dios y buscar lo que Dios juzga como verdadero y bueno. Las Escrituras nos muestran que la inteligencia, el conocimiento y el pensamiento crítico que persiguen objetivos equivocados no son sabiduría, sino maldad (a menudo vemos la comparación entre justos e impíos). Crecer en sabiduría es el camino para llegar a ser una persona justa. Debemos perseguir la justicia, aun reconociendo nuestra incapacidad para alcanzarla por nosotros mismos. Nadie más que Dios es plenamente justo, pero estamos llamados a imitarle, y mediante la fe en Cristo recibimos el perdón y la gracia de Dios por nuestros fallos y desobediencias.
La sabiduría permite a una persona vivir una vida buena, digna de alabanza: «Engrandécela, y ella te engrandece; ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado. Adorno de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te entregará». Además, la sabiduría permite a la persona que la posee evitar las búsquedas infructuosas o perjudiciales, escapando a los malos resultados que se habrían derivado de ellas: «Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos, Y si corrieres, no tropezarás». Tan importante es la adquisición de la sabiduría que el final de este pasaje nos dice: «Retén el consejo, no lo dejes; guárdalo, porque eso es tu vida».
Es muy fácil olvidarnos de esta visión más amplia y de este objetivo a largo plazo de nuestro aprendizaje y enseñanza. Pídele a Dios que te ayude a mantener este enfoque y que, a la luz de este objetivo, te ayude a desarrollar tu enseñanza de manera que sirva a aquellos a quienes guías en el estudio de la Biblia para obtener mayor sabiduría, no simplemente mayor conocimiento.
Padre, gracias por Tu deseo de que me parezca cada vez más a Ti en mi carácter y por el don de Tu Palabra y de Tu Espíritu Santo para ayudarme a lograrlo. Dame cada vez más sabiduría y discernimiento para que, a medida que crezca en el conocimiento de Tu Palabra y de ti mismo, crezca también mi perspicacia sobre cómo vivir una vida que te honre y te glorifique; que mis acciones revelen Tu obra renovadora en mi corazón. Deseo que mi vida muestre tanto Tu gracia de perdón como Tu poder de transformación. Te ruego me enseñes Tu sabiduría. Amén.