Enseñarnos Primero a Nosotros Mismos
He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios, y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor, y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad. Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.
(Romanos 2:17-24, RVR 1960)
«¡Hipócrita!» Siendo una persona que dirige estudios bíblicos, creo que esta es una de las peores cosas que alguien podría decirme. Nadie respeta a los profesores que te dicen que hagas algo pero que no lo hacen ellos mismos. Nadie quiere trabajar con un entrenador físico con sobrepeso y fuera de forma, o recibir asesoramiento matrimonial de alguien que engaña a su mujer, o a su marido. Podemos distinguir las diferencias entre lo que un líder, consejero o entrenador dice y lo que hace; y nos apartamos de ellos si no tienen nada que ofrecer que merezca la pena. Ninguno de nosotros quiere ser hipócrita, pero podemos engañarnos fácilmente a nosotros mismos y no darnos cuenta cuando en realidad estamos siéndolo.
Aquí, en su carta a la iglesia de Roma, Pablo explica que todas las personas, judíos y gentiles por igual, fueron hechos justos ante Dios por medio de la fe a través de la obra redentora de Jesucristo. No basta con tener la Ley, entenderla e incluso ser capaz de enseñarla a los demás. Lo que importa en última instancia es nuestra respuesta a ella, y puesto que ninguno de nosotros cumple la ley a la perfección, todos necesitamos un Salvador. En Romanos 3:20, Pablo concluye: «ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado». Pero en el versículo siguiente, comparte las buenas nuevas del Evangelio: «Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, […]la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él». (3:21-22a). Esta era una noticia maravillosa y crucial para la unidad de la Iglesia de entonces, que seguía recibiendo conversos judíos y gentiles. También es una noticia maravillosa para nosotros hoy.
Este pasaje me da vueltas en la cabeza porque Pablo empieza a hablar de los que creen saber lo suficiente sobre las Escrituras como para convertirse en maestros. Aquellos que creen que las Escrituras son «la forma de la ciencia y de la verdad», y que porque han llegado a entender (hasta cierto punto), piensan que son:
- Guía para ciegos (veo más que tú)
- Luz para los que están en tinieblas (sé más verdad que tú)
- Instructor para los más simples (soy más sabio que tú)
- Profesor para los niños (soy más maduro que tú)
La reprimenda que Pablo hace a los de la iglesia romana no tiene nada que ver con el nivel de conocimiento o comprensión de las Escrituras, sino con la falta de obediencia a las directrices de las mismas. Han privilegiado el saber por encima del hacer, y a Dios no le interesa lo que sabemos, sino cómo respondemos. Por esta razón, judíos y gentiles por igual se enfrentarán al mismo juicio, descubriendo ambos su necesidad de arrepentimiento y perdón mediante la fe en Jesucristo.
Como líder de estudios bíblicos, Dios me hace la misma pregunta fundamental. Siendo alguien que cree y enseña la Palabra de Dios, ¿lo deshonro desobedeciéndola?, ¿he privilegiado el conocimiento y la comprensión por encima de la obediencia?, ¿creo realmente en la verdad y la bondad de las instrucciones de Dios en la Escritura, y estoy dispuesto a buscar la ayuda de Dios para obedecerla más completa? ¿o me contento con conocer el camino correcto, con decir a los demás que sigan a Dios, pero deambulo por mi propio sendero?, ¿mi propia falta de obediencia impide el crecimiento de aquellos a quienes enseño?, ¿estoy blasfemando el nombre de Dios con mi hipocresía?
Aquí es donde la honestidad, la transparencia y la humildad son tan importantes para los líderes de un estudio bíblico. Pablo concluye que ninguno de nosotros está a la altura de la Ley o de nuestra propia conciencia: todos necesitamos la gracia de Dios. Debo recordarme a mí mismo este mensaje, mantenerlo en primer plano cuando enseño. Debo enseñar lo que Dios desea de nosotros, los desafíos de la obediencia y mi propia necesidad del perdón y la gracia de Dios. De este modo, ofrezco esperanza a los demás en lugar de desesperación. Señalo la asombrosa gracia de Dios, su amor inquebrantable y su poder para obrar en nosotros exactamente en donde necesitamos su ayuda. Siendo humilde de este modo, reconociendo mi propia necesidad de obediencia, puedo glorificar a Dios ante los demás mientras enseño, en lugar de blasfemar contra Él.
Este pasaje desafía a todos los que dirigen estudios bíblicos, recordándonos la gracia de Dios para todos a través de la fe en Jesucristo. Oremos para que al enseñar, crezcamos en nuestra propia obediencia, no sólo en la comprensión del texto. Oremos para que Él nos ayude a guiar y enseñar a otros a través de lo que Él nos ha estado enseñando. Finalmente, oremos para que Él nos ayude a reconocer nuestra continua necesidad de crecer en la gracia. Que la etiqueta de hipócrita nunca nos pueda ser aplicada.
Padre, ya que me has llamado a enseñar a otros, por favor actúa primero en mi propio corazón, ayudándome a conocer y entender bien Tus Escrituras, y a responder a Tu Espíritu cuando me reveles mis propias áreas de crecimiento y obediencia. Luego, cuando enseñe a otros, ayúdame a no ser un hipócrita, sino más bien un humilde ejemplo de alguien que crece tanto en obediencia como en agradecimiento por Tu gracia allí donde todavía fallo. De este modo, glorificaré Tu nombre en mi comunidad, en lugar de blasfemarlo. Honestamente, sé que necesito Tu ayuda para hacer esto correctamente. Gracias por Tu amor paciente. Amén.