Que la Palabra de Cristo More en Abundancia en Ti
Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmo e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. (Colosenses 3:12-17, RVR 1960)
La iglesia de Colosas, como otras en las que Pablo había ministrado, estaba formada por un grupo muy diverso de personas: judíos y griegos, ciudadanos romanos y otros sin ese estatus, esclavos y hombres libres, hombres y mujeres. Procedían de medios diferentes, pero ahora estaban unidos en Cristo. Aunque todo era parte del designio de Dios para formar el Cuerpo de Cristo, esta diversidad podía conducir muy naturalmente a conflictos, malentendidos, juicios y divisiones. Como Pablo reconoce que Dios los ha elegido para formar parte de Su cuerpo, los exhorta a practicar la paciencia, la bondad, la humildad, la mansedumbre y a tener compasión unos de otros. También reconoce que habrá conflictos, y les pide que se perdonen unos a otros como Dios les ha perdonado, y que se revistan de amor y dejen que la paz de Cristo reine en sus corazones, lo que conduce a la armonía en medio de la diversidad. Y aunque esto fue escrito hace mucho tiempo, es evidente que la Iglesia necesita hoy este mismo mensaje. Con demasiada facilidad, nuestras diferencias pueden separarnos, mientras que Dios quiere que seamos un solo cuerpo, viviendo una vida de amor, perdón y armonía en medio de nuestra diversidad. Pablo continúa su mensaje compartiendo un medio para fomentar este tipo de unidad: la manera en que pasamos tiempo juntos en la Palabra.
Este pasaje nos recuerda poderosamente por qué es importante que los cristianos estudiemos y comprendamos las Escrituras. No es para que otros nos vean como personas inteligentes o conocedoras, o para sentirnos contentos de nosotros mismos cuando esclarecemos pasajes menos accesibles (como cuando desciframos la trama de una novela de misterio o armamos un rompecabezas). Se trata más bien de que estemos preparados para enseñarnos y amonestarnos unos a otros con sabiduría, ministrándonos mutuamente la Palabra de Dios. Dietrich Bonhoeffer, en Vida en comunidad [Life Together], (Ed. Sígueme, 2003), explica por qué Dios nos da su Palabra y cómo debemos utilizarla para apoyarnos unos a otros.
Esta palabra ha sido puesta por Dios en boca de los hombres para que sea comunicada a los hombres y transmitida entre ellos. Quien es alcanzado por ella no puede por menos de transmitirla a otros. Dios ha querido que busquemos y hallemos su palabra en el testimonio del hermano, en la palabra humana. El cristiano, por tanto, tiene absoluta necesidad de otros cristianos; son quienes verdaderamente pueden quitarle siempre sus incertidumbres y desesperanzas. Queriendo arreglárselas por sí mismo, no hace sino extraviarse todavía más. Necesita del hermano como portador y anunciador de la palabra divina de salvación. Lo necesita a causa de Jesucristo. Porque el Cristo que llevamos en nuestro propio corazón es más frágil que el Cristo en la palabra del hermano. Este es cierto; aquel, incierto. (pp. 14-15)
Cuando dirigimos un grupo de estudio bíblico, no sólo guiamos a nuestros hermanos para que entiendan y apliquen las Escrituras en sus propias vidas, sino que les damos los medios para que ellos mismos ministren la Palabra de Dios unos a otros. Estamos contribuyendo a multiplicar el ministerio de la Palabra, y es importante que quienes nos escuchan adquieran una visión de cómo Dios puede usarlos para enseñarse y amonestarse unos a otros. Leer y reflexionar juntos sobre este pasaje de la carta de Pablo a los Colosenses podría ser una buena manera de empezar.
Una manera poderosa de hablarnos unos a otros de la Palabra de Dios es a través de las canciones que cantamos juntos, ya sea una canción bíblica u otra canción de adoración que resuma importantes verdades bíblicas. Cuando nos reunimos en torno a la Palabra, dedicando tiempo a cantar juntos salmo, himnos y cánticos espirituales, reexaminamos y afirmamos las verdades de la Palabra, dándonos ánimo los unos a otros a la luz de estas verdades. La música nos ayuda a recordar las letras de las canciones, nos ayuda a recordar porciones de la Biblia y verdades que necesitamos para vivir. (Así como nos sucede con números anuncios publicitarios que escuchamos en nuestra infancia Los publicistas conocen, y utilizan, el impacto de la música para ayudarnos a recordar sus productos). Encontrar y utilizar canciones que subrayen la porción de las Escrituras que tu grupo está estudiando es una manera de ayudarles a recordar lo que han estado aprendiendo, a declararse estas verdades unos a otros y a darse ánimo mutuamente.
Todo comienza con dejar que la Palabra de Cristo more en abundancia en ti. Mientras te preparas para dirigir tu grupo, pasa tiempo de calidad en la Palabra y permite que Dios te enseñe primero, para que puedas enseñar a otros a partir de la obra que Dios está haciendo en tu propia vida. Anima a tus alumnos a dejar que la Palabra habite en ellos, moldeando su entendimiento, sus deseos y su respuesta en obediencia. Dios los preparará de esta manera para que hablen Su Palabra unos a otros, plantando semillas que multipliquen el ministerio de la Palabra.
Padre, gracias por todos aquellos que me han hablado de Tu Palabra, animándome a buscar el tipo de unidad, amor y paz que deseas en Tu cuerpo. Ayúdame a acoger Tu Palabra en mi vida, permitiendo que habite en mí en abundancia, para que pueda crecer y parecerme más a Tu Hijo, Jesús, y estar preparado para enseñar, amonestar y animar a los demás con Tu Palabra. Que las canciones que cantamos juntos, con corazones agradecidos, afirmen el mensaje de la Escritura y animen nuestra respuesta de obediencia a Ti. Amén.