Retén la Forma de las Sanas Palabras
Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles. Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros. (2 Timoteo 1:8-14, RVR 1960)
Dejar un grupo con el que se ha estado estudiando la Biblia puede ser duro. El compañerismo, y un amor y aprecio cada vez más profundos los unos por los otros, es un fruto natural del ministerio que crece a medida que estudiamos juntos. He servido como miembro del personal en tres iglesias, y como líder/maestro laico en otras tres, y cada vez que tuve que dejar alguno me producía cierta tristeza. Saber que los dejaba en buenas manos me ayudaba, pero seguía siendo duro. Veo una experiencia similar en la relación de Pablo con Timoteo y la iglesia de Éfeso.
La carta de Pablo a Timoteo es conmovedora y personal. Pablo está en prisión en Roma, pensando en una posible sentencia de muerte. Timoteo está en Éfeso, dirigiendo la iglesia y afrontando los retos de un joven líder. Pablo insta a Timoteo a mantenerse firme ante el sufrimiento por el Evangelio, sabiendo que Dios puede fortalecerle en su ministerio. Al reflexionar sobre su propio sufrimiento en la cárcel, Pablo proclama con claridad y valentía su fe en Cristo y su compromiso de cumplir su vocación como alguien designado para predicar, enseñar y edificar la iglesia. Pero Pablo sabe que sus oportunidades de volver alguna vez a las iglesias que ayudó a fundar pueden haber terminado. Por eso se centra en la predicación del Evangelio que está en curso y que debe continuar, aunque él esté en la cárcel y aún después de su muerte. Timoteo, junto con otros, tendrán que asumir esta responsabilidad, aunque esta les lleve a su propio sufrimiento.
A la luz de estas circunstancias y de su amor por los creyentes de Éfeso, el encargo de Pablo a Timoteo es: «Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús». Esa fe necesita ser transmitida, las verdades deben ser comprendidas y seguidas. Otros necesitan oír y responder al mensaje evangélico del amor y la gracia de Dios en Cristo Jesús. Este mensaje no ha cambiado, y sigue siendo el mismo mensaje que estamos llamados a proclamar. Las sociedades cambian con el tiempo, pero el mensaje del Evangelio sigue siendo siempre verdadero (sano), y nuestra enseñanza debe expresar ese mensaje con claridad. No estamos enseñando simplemente sobre algún acontecimiento histórico interesante. Estamos enseñando sobre una realidad viva de reconciliación que podemos experimentar a medida que Dios, a través del Espíritu Santo, aplica esa buena nueva a nuestras propias vidas. Este mensaje evangélico es el «buen depósito» que Timoteo debía custodiar. Nosotros tenemos ese mismo depósito para custodiarlo y transmitirlo hoy.
En nuestra cultura contemporánea, como en el pasado, podemos caer en la tentación de cambiar o moldear nuestro mensaje evangélico para hacerlo más apetecible, más atractivo para una sociedad de tolerancia y mente amplia. No nos gusta pensar en el pecado y sus consecuencias, ni en un Dios que no sólo nos ama, sino que es justo y juzga el pecado. Cuando confrontamos nuestra sociedad, podemos parecer severos y fríos, cuando en realidad estamos motivados por el amor y la preocupación por los demás y su relación con Dios. Debemos tener cuidado de que, en nuestro intento de llegar a más personas con el mensaje del Evangelio, no lo distorsionemos. Para algunos, esta será una dificultad, y la gente nos considerará personas sin amor, pero estas «palabras sanas» todavía necesitan transmitirse. Estoy absolutamente a favor de encontrar nuevas formas pertinentes y creativas para comunicar las buenas nuevas, siempre y cuando presentemos claramente el «depósito» que hemos recibido. Necesitamos toda la creatividad que Dios pueda darnos para llegar a quienes necesitan oír la buena nueva de la gracia mediante la fe en Cristo.
Si piensas en las sesiones de estudio bíblico que has dirigido en el pasado, ¿crees que hayas presentado claramente el evangelio del amor y la gracia de Dios en Cristo Jesús con tus grupos? La gente debe responder con la fe a mucho más que el mero mensaje de la salvación. Se trata de la plenitud de la fe cristiana que fluye de ese evangelio que todos necesitamos aprender y permitir que modele nuestras vidas. Este «depósito» debe transmitirse. ¿Cómo vives esto en tu enseñanza? ¿Eres capaz de decir como Pablo: «Pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día»? (2 Timoteo 1:12)
Padre, ayúdame a no avergonzarme nunca de ti ni de las buenas nuevas del Evangelio de Jesucristo. En mis esfuerzos por llegar a los demás y enseñarles, ayúdame a mantenerme arraigado en las sanas palabras de la fe y el amor de Dios en Cristo. Con la ayuda de Tu Espíritu, permite que pueda ser un buen administrador del* «*buen depósito» que me has dado, que sea capaz de invertirlo con éxito en mi ministerio de estudios bíblicos. Ayúdame a ser fiel mientras enseño Tu fe a Tu pueblo. Amén.