Tu Ley Está en Medio de Mi Corazón
Sacrificio y ofrenda no te agrada;
Has abierto mis oídos;
Holocausto y expiación
no has demandado.
Entonces dije: He aquí, vengo;
En el rollo del libro está escrito de mí;
El hacer tu voluntad, Dios mío,
me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón.
He anunciado justicia
en grande congregación;
He aquí, no refrené mis labios,
Jehová, tú lo sabes.
No encubrí tu justicia dentro de mi corazón;
He publicado tu fidelidad y tu salvación;
No oculté tu misericordia y tu verdad
en grande asamblea.
(Salmo 40:6-10, RVR 1960)
En general, soy una persona dinámica. Sí soy capaz de disfrutar de una mañana tranquila, pero me cuesta quedarme quieto mucho tiempo, y mi mente despega y comienzo a pensar en la próxima tarea que voy a hacer, o en el próximo evento en el que voy a participar. Me gusta planificar con antelación, estudiar lo que voy a enseñar en mi próxima sesión de estudio de la Biblia, esbozar planes para futuras oportunidades de ministerio. Hasta cierto punto, creo que esto puede ser un don y un reflejo de cómo Dios me hizo, pero también reconozco que no es todo lo que es importante en mi caminar con Dios. Él desea una relación conmigo, no sólo mi servicio.
De estos versículos del libro de Salmo, me gusta particularmente el comienzo: «Sacrificio y ofrenda no te agrada; Has abierto mis oídos». Dios no sólo está interesado en lo que puedo hacer por Él, en lo que puedo ofrecerle, sino que me invita a venir y hablar con Él. Dios sabe escuchar realmente. Me ofrece un oído abierto, una oportunidad para sentarme con Él y hablar con Él sobre lo que está sucediendo en mi vida y en el mundo que me rodea. Es un don maravilloso, y debo estar lo suficientemente en calma como para recibirlo y disfrutarlo.
Este pasaje también resalta cómo Dios desea usar Su Palabra para tener un impacto sobre mí y a mi ministerio con otros. La ley de Dios, Sus Escrituras, no son meras directrices y normas externas que debo aprender y cumplir; son una fuerza que el Espíritu Santo puede utilizar para moldear mi corazón y mi voluntad, para renovar mi corazón de modo que las cosas que Dios ama y desea se conviertan cada vez más en mi propio deleite. Debo adoptar la ley de Dios y meditar en ella, para que el Espíritu Santo pueda escribirla en mi corazón, modelando los deseos y motivaciones de mi corazón. Mi obediencia se convierte entonces en una cuestión de amor, no de miedo, hecha de buena gana, no a regañadientes. Esta es la verdadera transformación, algo que Dios desea para todos los que quieren guiar y enseñar a otros.
Por último, este pasaje me recuerda que cuando se trata de enseñar y guiar a otros en el estudio de la Biblia, Dios es el héroe de la historia que compartimos. Debemos celebrar su carácter y sus acciones. El salmista, tan abrumado por la maravilla de lo que Dios ha hecho por su pueblo, no duda en compartir con otros la liberación y la salvación de Dios, su amor inquebrantable y su fidelidad. El salmista puede haber estado reflexionando sobre la liberación de Israel por parte de Dios durante el Éxodo, o tal vez sobre ejemplos más recientes de la protección y la salvación de Dios. Aunque podemos compartir esta misma emoción, a este lado de la cruz nos sentimos sobrecogidos por la misericordia y la gracia que Dios nos ha mostrado en la muerte de Cristo por nosotros para salvarnos. Como escribió Pablo a la iglesia de Roma:
Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (Romanos 5:6-8, RVR 1960)
Es justamente esta misericordia y esta gracia, este amor inquebrantable, esta fidelidad de Dios que reconocemos y afirmamos en Su Palabra. Al reflexionar sobre esto, no podemos permanecer en silencio. Al igual que el salmista, nos sentimos obligados a compartir la grandeza de Dios con los demás, contando las buenas nuevas de su liberación, de su fidelidad a su pueblo, tanto en el pasado como en la actualidad. Afirmamos su amor inquebrantable, aun cuando no lo sintamos necesariamente o nos sintamos indignos de él.
¿De qué manera resuenan las palabras del salmista en tu propio corazón? ¿Sueles tomarte el tiempo necesario para poder distinguir el oído atento de Dios y hablar con Él regularmente? ¿Está la Palabra de Dios moldeando tus amores y deseos, y formando tu corazón para que sea más como el Suyo? ¿Sientes verdadero entusiasmo por compartir con otros acerca de la liberación de Dios, Su fidelidad y Su amor incondicional? Si te sientes débil en esta área en este momento, busca a Dios a través de la oración y Su Palabra, ¡y deja que Él renueve tu corazón hasta que no puedas guardar silencio acerca de Su maravillosa misericordia y gracia en Cristo!
Padre, te agradezco infinitamente que me ofrezcas un oído atento. Por favor, ayúdame a aprovechar este regalo cada día. Gracias porque deseas una relación conmigo y la oportunidad de moldear mi corazón más que cualquier tarea que pueda hacer para Ti. Tu amor es sobrecogedor. Por favor, ayúdame a no permanecer en silencio, sino a compartir Tu salvación con aquellos que necesitan oírla. Que Tu fidelidad y Tu amor inquebrantable sean tan reales para mí que se conviertan en el centro de mi enseñanza. Que de esta manera seas glorificado y celebrado, Señor. Amén.